El mes pasado, por ordenanza del municipio, los feriantes fueron desalojados para realizar obras con la promesa de devolverles su espacio al terminar, pero no cumplieron. Los vendedores volvieron a ocupar su lugar a la fuerza y el gobierno respondió con camiones de tierra. Por Martín Ciccioli
Los feriantes volvieron a ocupar su lugar a la fuerza y el gobierno respondió con camiones de tierra. El lugar quedó prácticamente intransitable, con montículos de tierra y surcos de aproximadamente cincuenta centímetros.
”Nosotros fuimos acomodando lo que pudimos, todo a pulmón. Entre más de 100 compañeros, cada uno con su pala”, contó uno de los referentes de la feria.
Los feriantes, vecinos y clientes denuncian al intendente y distintos funcionarios municipales por obras, que según sostienen, “no tienen ningún sentido ni función que no sea romperles su lugar de trabajo”. Caminar por esta feria es imposible sin tropezarse con algo cada 4 o 5 pasos.
”Con esta feria, viven más de doscientas familias. Hay gente con discapacidad y personas mayores que no pueden conseguir otro trabajo. Nosotros pedimos un lugar para trabajar, nada más”, expresó una puestera.
Con toda la tierra y escombros, el lugar se redujo y entran menos puestos; por ende hay personas que no pueden ganarse el mango del día. (Foto: Captura de eltrece)
Por supuesto, con toda la tierra y escombros, el lugar se redujo y entran menos puestos; por ende hay personas que no pueden ganarse el mango del día. ”Yo tenía mi puesto allá”, señala una mujer que no puede seguir trabajando: “No tengo con quién dejar a la nena y si la traigo acá, tengo que terminar en la salita donde ni gasas hay”.
A la inflación se le suma la inestabilidad del terreno y la amenaza de que los camiones de tierra pueden llegar cualquier noche. La situación de los feriantes es cada vez más complicada. Cada semana el terreno debe ser nivelado a fuerza de pala y azada el día antes de abrir.
Un jubilado que cruzaba en bicicleta y se detuvo a contar su versión dijo que normalmente va a la feria “a buscar precios”. “Yo de acá me llevo un poco de cebolla, unas papas y de acá me voy a la carnicería a comprar espinazo. Ya me cansé de comer alitas”, sumó. El reemplazo a las alitas de pollo y, el cambio de plato, es el espinazo de vaca.
En Alpino, no se encuentran vecinos que, como menciona el INDEC, superen los poco más $203.000 para no ser pobres. Los vecinos de este barrio sobreviven hoy con lo poco que pueden vender miércoles y viernes en esta feria a la vera de la ruta 53.
Por Martín Ciccioli