Graciela está en silla de ruedas. Sobrevive al frío junto a sus gatos al solo amparo de un puesto de diarios abandonado que alguna vez supo ser su lugar de trabajo.
Es invierno, hace frío. Sopla fuerte el viento en Hudson. Todos caminan rápido a sus casas en busca de abrigo. Todos, menos ella. Graciela acaricia un gato y mira la escena como si le fuera ajena. Cualquiera que pase por la Calle 53 (Héroes de Malvinas) casi esquina Camino General Belgrano puede verla, pero nadie la ve. Pasan los meses y las autoridades no le brindan ninguna solución. Solo algunos vecinos le acercan algo para comer de vez en cuando.
La canillita del barrio
La mujer ahora pasa todos los días sentada en ese lugar, a escasos metros de una concurrida parada de colectivos. Todos la conocen. Su presencia remarca el contraste de la sociedad en que vivimos. A pocos minutos de ahí crecen los Barrios cerrados como si fueran parte de otro país, de otro planeta.
Ella no sabe (o no quiere) decirnos desde cuando está ahí, pero los vecinos aseguran que llegó a mediados del año pasado, proveniente de la ciudad de La Plata en donde vivía hasta que la sacaron. De ahí, habría venido a vivir con un tío suyo a Berazategui, pero al poco tiempo también se tuvo que ir. Por ese entonces, justo cerró definitivamente el puesto de diarios y ella encontró la oportunidad de tener un techo. Un techo, y solo un techo. Sin paredes, sin baño, sin piso, sin nada más.